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Homilía de monseñor Ángel Rubio Castro en la misa de Córpore in Sepulto del sacerdote Heraldo del Evangelio, Juan Carlos Casté

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Homilía de monseñor Ángel Rubio Castro, obispo emérito de Segovia, en la misa de Córpore in Sepulto del sacerdote Heraldo del Evangelio, Juan Carlos Casté, E.P.

Queridos hermanos: Estamos celebrando la Eucaristía del Señor que ofrecemos por el alma de nuestro querido sacerdote Juan Carlos, cuyo cuerpo, cuyo féretro, está aquí presente junto al altar.

Estamos en una actitud con sentimientos de gratitud y sentimos, sentís, la obligación filial y agradecida de unir vuestra voz y elevar súplicas al Señor implorando su misericordia
Estamos pidiendo, unos y otros, que le haya premiado sus trabajos, sus desvelos, su fidelidad, su ejemplo, su aliento, su entrega sin reservas, todo cuanto ha sido en esta vida suya, en la que Dios todopoderoso por su infinita Misericordia ha hecho obras grandes. Y nos ha ofrecido a todos un testimonio vivo, hasta la muerte misma, de lo que Dios quiere para el hombre y para los hombres.
La Liturgia que celebramos nos confirma en la esperanza feliz de la resurrección. Y en ella profesamos la certeza de que Jesús muerto y resucitado, nos ha precedido en la Casa del Padre para prepararnos un lugar en donde solo permanecerá el amor con Dios tres veces Santo, vosotros y nosotros con El.
Con que claridad siente ahora la Iglesia que es verdad, que es cierto, lo que vamos a proclamar en el prefacio de la Misa de Difuntos que estamos celebrando: aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad.
Viendo y palpando la vida y la muerte de nuestro hermano Juan Carlos, me atrevería a decir, haciendo una síntesis de lo poco que yo puedo conocer y que conozco por todos vosotros, que su característica fue la fidelidad a la voluntad de Dios.
Y así imaginamos y entendemos la victoria de Dios sobre la muerte. El consuelo de Dios y la esperanza que su amor suscita en nosotros, porque sabemos que es verdad que la vida de los que en ti creemos Señor no termina, se transforma y al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna en el Cielo. Es lo que confiesta San Pablo. Doctrina segura: si morimos con Cristo viviremos con El; si sufrimos con El, también reinaremos con El.
Creo que así vivió, así sufrió, así murió nuestro hermano Juan Carlos. Siempre siervo y servidor del Servidor fiel, que habiendo recibido los talentos de Dios, los hizo fructificar por el Señor. Siempre con Cristo.
Creo que esta fue su razón real; este fue su  secreto, la razón  de todo da su vida: Jesucristo
Y su vida, lo sabéis vosotros mejor que yo,  ha sido una vida en Jesucristo como corresponde al cristiano, a todo fiel bautizado.
La vida, la obra, el mensaje de este ejemplar sacerdote ha sido el cumplimiento y la encarnación viva de lo que leemos y vemos en San Pablo. Todo lo pudo por medio de Cristo.
Cristo Jesús, por quien él sacrificó todas las cosas y las tuvo como como basura, si, con tal de ganar a Cristo y encontrarse con El. Ya lo habrá hecho…para reconocerle a El. Y la fuerza de su resurrección. Y la participación en sus padecimientos configurándose con sus padecimientos y su muerte hasta alcanzar la resurrección de los muertos.
Queridos Hermanos y Hermanas, nosotros en estos momentos ilumininados por la Luz de Cristo tenemos  que ver y leer toda esta situación en la vida de nuestro querido hermano sacerdote Juan Carlos, idênticado con El.
Lo que ha hecho, lo que ha dicho, lo que ha mostrado es un testimonio de Jesucristo. No nos ha ofrecido una interpretación más de Jesucristo, no ha sido un ideólogo, ni un maestro de moral, ni un lider social, político o religioso. Ha sido un testigo.
El domingo pasado recordábamos en la solemnidad de la Ascensión del Señor las palabras del Señor:
“Seréis mis testigos”.
El lo ha cumplido hasta el final de sus días. Se ha encontrado con Jesucristo, el hijo de Dios, el Mesias que tenía venir y al que los hombres esperaban.
Cargando con su cruz, y de ¡qué manera!.  Sobretodo en los últimos momentos de su vida que todos conocemos. Podemos decir que con Cristo ha sido varón de dolores y ha mostrado con su vida, gestos y palabras, con su persona y su mensaje, que es lo que sucede cuando uno se abre y acepta a Jesucristo que está a la puerta de cada uno y llama.
Ha sido testigo, testigo de la resurrección de Jesucristo. Ha sido testigo de la persona de Jesucristo, ha sido testigo de su Evangelio, ha sido testigo de sus enseñanzas.
Ha sido sobre todo un testigo de esperanza, ha sido un hombre que como Cristo ha amado a la Iglesia y se ha entregado por ella. Un sacerdote enamorado  de Jesucristo, especialmente en el Sacramento de la Eucaristia que celebraba diariamente. Apasionado por la Iglesia, en la que nació, en la que vivió, en la que murió y a la que amó.
En estos momentos mirando confiado hacia la Virgen a la que tantas veces él miró, la Virgen que os caracteriza a todos vosotros , Heraldos del Evangelio, la Virgen de Fatima , pedimos que interceda por el, que lleve su alma, -nosotros llevaremos ahora su cuerpo a la sepultura hasta la espera de la resurrección de la carne,-,  pero que Ella lleve su alma inmortal.
Pidamos a  Santa Maria, la Virgen de Fátima, que le presente al Señor, cIerto de que ya que ha compartido en su vida los sufrimientos de Jesucristo hasta el final de sus días, pueda compartir con Jesucristo la vida eterna.
Que pueda compartir la gracia de la resurrección gloriosa ya en el Cielo.
Que así sea.
José Alberto Rugeles Martínez
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La entrada Homilía de monseñor Ángel Rubio Castro en la misa de Córpore in Sepulto del sacerdote Heraldo del Evangelio, Juan Carlos Casté aparece primero en Ecclesia Digital.


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